El único relato que tenemos acerca de su existencia es el que hizo un capitán español de una nave mercante.
En este relato, José Armenta era el piloto de una nave que quedó varada en el espacio, la Virgen de Fátima, con un fallo grave en los motores y en el sistema de soporte vital. El capitán Armenta creía que ya no lo contaba, cuando de repente, apareció una nave resplandeciente junto con unos efectos preciosos de luz y color (sic). La nave se acercó al Virgen de Fátima y lanzó el pasillo de atraque. Don José Armenta abrió la escotilla y vio aparecer a tres figuras que recordaban a seres humanos, pero con la piel más blanca que hubiera visto en su vida y los ojos grandes y negros, sin ningún rastro de blanco en los mismos. Estos seres se le quedaron mirando durante mucho rato y al final uno de ellos sacó un trozo de metal parecido a un cuchillo y se hizo un corte en lo que parecía su mano. De la herida en vez de sangre cayó un líquido blanco que se asemejaba a la horchata. Tras esto, volvieron a su nave. El señor Armenta, miró por el ojo de buey a la nave que se alejaba y vio su nombre: Ribón. La nave desapareció tan rápidamente como había llegado y el señor Armenta se preguntó para qué habían venido entonces esos seres, hasta que comprobó los sistemas de la nave: funcionaba perfectamente.
Dos supuestos ribones.
Cuando llegó al planeta más próximo (Reineta, en el sistema Manzanares de la reina) y contó su historia nadie le creyó hasta que se analizó la sangre que el señor Armenta afirmaba que era de esos seres. Curiosamente tenía una composición sanguínea normal pero sin ningún rastro de glóbulos rojos.
Desde entonces se ha estado buscando el rastro en los sistemas cercanos a Manzanares de la reina, pero lo único que se ha encontrado es una especie de campamento abandonado con los mismos rastros genéticos que la sangre que derramaron en la nave del capitán Armenta.
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